
Esta penumbra
de código indescifrable
advierte
del florecimiento de otro ocaso
en las raíces de mi cama.
Ha caído otra noche de bruces
como un sol descabellado
al asfalto enmohecido.
Y de nuevo,
he olvidado que deberia dejar
una huella de sutil coherencia
entre lo deseable
y lo tangible
en las suelas de mis zapatos,
cuando la luminiscencia abriga mis pasos.
Y asciendo a la cúspide del sueño
con la boca llena de agónicas promesas
las manos vacías
y la mente maniatada por la obstinación
de esos espectros
que se nutren de mis descuidos.
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