A mi hija Sara.
("El
tiempo es corto, la vida fugaz").
Pasaste
por nuestra vida
como lo hacen las piedras, desde la solidez de
su linaje
abrazando
la espesura de lo sutilmente bello,
inertes
al arroyo.
Atenazada
por lo vacilante de nuestros pasos
desde el rigor de tu piel
interminable ,arañando lo
absoluto.
La piedra no es providencia
del camino, hazte
compasiva rama
y las verás desde las altivas
lindes igualitarias
salir de su silencio inmóvil hechas canto
de natura.
No
pretendas que su danza complazca las carencias
de saberte
desdibujado vaivén en las tripas del viento.
Tú
fuiste piedra sagrada; hacedora del exhaustivo reposo
en la
orfandad del colibrí, holgado néctar de flores,
pincel posado
en lo perpetuo del día
donde los colores te nombraban
complacidos.
Asi como los pulgones roen las lechugas poco a
poco
las maravillas consagradas en mayo probaron
el áspero de
los labios desnudos.
Con
la templanza de lo estipulado en alguna estrella,
una nota, una
sola nota de flauta
es capaz de calmar al mundo.
Tú
dueña de todo lo visible e invisible
robaste un sueño de
extrañeza a todas las cosas.
Pasaste por nuestra vida,
como
una piedra en Sión, angular y escogida.
Piedra
del templo de Dios,
tan hecha a la incierta permuta de nuestras
voluntades
que las terrenales aguas no te sirvieron para sanarte.