Revelando recuerdos.

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martes, 29 de junio de 2010



Nanas rebozadas.(Microrelato)

La carne rebozada fría no vale nada, musitaba Marcela mientras apilaba platos en el fregadero.
Un portazo, desplazó con saña sus pensamientos al pasillo desde donde
vislumbro el semblante de su hijo Pablo que tambaleándose se acercaba a ella.
-Pablo hijo- estaba preocupada ¡El jaco va a matarte!, ¡la carne está fría!; ¡el jaco va a matarte!
¡Ay mi niño! Todo tiene arreglo, la sofrío y calientas el estomago.
¡Madre! Espetó Pablo con voz renqueante. Sólo deseo dormir, olvidar que la vida me viene grande.
¡Duerme mi niño! Mientras olvidas que vives, yo recuerdo que no has muerto.

domingo, 27 de junio de 2010



Poco sabes tú de mi
a pesar de lamer a cada paso
el aura de mi tristeza
irradiando secretos en el claro oscuro
de mi regazo.

A pesar
de que en el lóbrego matiz
de mi opaca mirada
resuenen
las notas embarradas
en los epitafios de mis soledades.

Y miras con recelo
el titilar de mis labios inquietos
reposando en las cornisas de tus comisuras
los besos del desconcierto.

Incinerados
por agónicas llamas que prenden
esparciendo las cenizas
esas que consagramos
cuando conmigo tú duermes.

Nos miramos de reojo
como se miran las despedidas
para no sentir la pena
de vaciar tantas lunas llenas
en las fauces de un león
que no entiende de primaveras.

Para no sentirnos perdedores
en las cúspides sanguinarias
allá
donde se imponen las medallas
de días labrados en una mansedumbre
que ya a nadie engaña.

Poco sabes tú de mi,
tan solo me concedes el beneplácito
de impregnar tu océano insondable
con el rocío que segrega
gota a gota
el estambre de tu vanidad,
llenando mi vacío
con una cuarta parte de tu verdad
¿Y yo?
Llenando el mío
con estos poemas sin placenta
renaciendo
cuando tú te vas.

miércoles, 9 de junio de 2010

Prevenciones básicas de un escritor para coeditar y autoeditar.
David Mateo.

Vamos a meternos en un tema espinoso, sin hacer proselitismo barato, pero intentando hacer una radiografía real de la situación para que nadie se lleve a engaño. Antes de nada, vaya por delante mi postura: no creo que las empresas que se dedican a la coedición o a la autoedición tengan que estar sometidas al tercer grado. Ni mucho menos. En España existe un amplio sector que ofrece este servicio y que el posible cliente, viendo el producto que se oferta en la web, decide libremente destinar una parte de su presupuesto a publicar su libro desembolsando una cantidad de dinero. Personalmente, yo nunca lo haría. Es decir, mi experiencia en este mercado tan competitivo me dice que si lo que realmente quieres es ganar dinero publicando, lo mejor es que desistas y te dediques a sembrar azafrán, porque esa actividad sí que es lucrativa. La de escribir no. La verdadera notoriedad dentro del mundo de la literatura comienza en el momento en que la editorial apoya con titos de los buenos una campaña publicitaria que avale la salida del libro. Y no estamos hablando de tiradas pequeñas o medianas, sino de grandes tiradas y grandes desembolsos económicos que otorguen al título visibilidad mediática. Todo lo que no pase por ahí, conlleva que el libro adquiera un rol moderado y su autor se ahogue entre la masa de escritores que siembra el panorama literario nacional. Todavía recuerdo las palabras que me dijo Jorge Ruíz Morales, mi primer editor y cabeza visible de la línea Transversal (Equipo Sirius): «Nadie se lucra escribiendo libros, no creas que vas a vivir de esto.» Y fue un comentario muy acertado. Que nadie construya castillos en el aire y, lo más importante, que nadie os los haga ver, porque publicar con el apoyo de una editorial modesta no significa que vuestro libro vaya a triunfar como la Coca-cola, sino que simplemente podréis ver convertida en realidad una ambición que muchos de nosotros hemos barruntado toda la vida.

Por otro lado, si vas a ser tú el que sufrague parte o la totalidad del libro, o eres socio de Villalonga o de las Koplovich —y esa posibilidad te permita aflojar tus buenos miles de euros que posicionen el libro en el mercado— o mejor tómate esa auto/coedición como algo muy de andar por casa, que te permita quitarte el gusanillo de publicar un libro, poder venderlo a los amigos, familiares y vecinos, y poco más.

Vuelvo a recalcar que cuando la editorial oferta este tipo de producto de manera lícita y clara, puede estar realizando una buena labor de servicio social y siempre quedará en las manos del cliente aceptar o no aceptar el presupuesto. Otra cosa son empresas fraudulentas que esconden las verdaderas intenciones del editor o, simplemente, engañan al autor con prácticas amorales. Pero no vamos a entrar en este tema de nuevo, porque en este blog ya se ha denunciado algún que otro caso.

El cliente que se decante por uno de estos servicios, lo primero que debe hacer es informarse y pedir varios presupuestos, incluso no estaría de más que acudiera a una imprenta y viera el precio que se baraja entre los profesionales de la industria para crear el tipo de producto que el autor tiene en mente. Si procedemos de esta manera, obtendremos una idea de los precios que se manejan en el mercado y eso nos ayudará a encontrar la empresa que nos ofrezca un servicio que se ajuste lo más posible a nuestros intereses. A estas alturas, nadie va a comprar tomates a la tienda en donde los venden más caros, sino que acudimos al establecimiento donde mejor pinta tienen y a mejor precio los vamos a obtener. Si con otro tipo de producto actuamos de esa manera… ¿por qué no hacerlo con nuestro futuro libro? Pedir presupuestos no cuesta nada, y la ley de la oferta y de la demanda regulariza el precio de las cosas, por lo tanto, nunca os quedéis con la primera opción.

Antes de seguir adelante tengamos muy claro dos conceptos: la coedición significa que la tirada del libro estará sufragada por la editorial y por una persona física (ya sea el propio autor, una empresa, una facultad, una entidad bancaria o un estamento público), la autoedición conlleva que el autor corra con todos los gastos. Es más fácil obtener financiación pública cuando perteneces a una pequeña localidad —en donde los ayuntamientos suelen «mimar» este tipo de iniciativas—, que cuando vives en una gran ciudad, donde chocas con la burocracia administrativa, existen otros doscientos cincuenta autores en la misma situación que tú y la concejalía de cultura va a pasar de ti olímpicamente (a no ser que seas alguien verdaderamente notorio, pero en ese caso seguro que no estarías perdiendo el tiempo leyendo estas líneas).

La co/autoedición ofrece aditivos presupuestarios a tener en cuenta, pero vayamos con pies de plomo a la hora de contemplarlos.

—Si vas a coeditar, significa que la editorial apuesta por tu libro y va a desembolsar una cantidad de dinero. Por supuesto, el presupuesto debe ser inferior al de una autoedición, y en el contrato debería venir explícitas la parte que corre a cargo de la editorial y la parte que asume el autor. Que no os den gato por liebre, es decir, tened siempre presente los precios que se barajan en el mercado y que la coedición sea verdaderamente una coedición y no una autoedición encubierta. Para eso lo más fácil es acudir a una imprenta con las características del libro en la mente, obtener un presupuesto y sumarle un cánon porcentual lógico que añadirá la editorial que hace de intermediaria entre el autor y la imprenta. A ese precio habría que sumar los costes de maquetación y el precio de la portada, siempre y cuando corran a cuenta de la editorial.

—Una forma sencilla para saber si la coedición es lícita es indagar sobre la identidad del propio libro. Es decir, si la editorial pone pasta de su bolsillo es porque verdaderamente le interesa la novela y por lo tanto debe de haberla leído de manera concienzuda. Normalmente, cuando se va a coeditar, la editorial adjunta un análisis de lectura de la obra. Jamás os conforméis con un informe superficial. Que el editor os hable de vuestra obra en profundidad, que demuestre que la ha leído y se toma la coedición en serio. Huid de comparaciones imposibles, es decir, si sois los nuevos Tolkien, King o Pratcher, ya estarías publicando sin tener que pagar. Que los informes de lectura sean serios y, sobre todo, profundos. Que el editor demuestre un verdadero conocimiento de vuestra obra; todo lo que no pase por ahí cogedlo con pinzas.

—En todo momento debéis tener presente que vais a poner dinero sobre la mesa, que vais a sufragar la obra, así que el que paga manda. Que el libro adquiera la presencia que vosotros tenéis en mente, sobre todo si es una autoedición, y no la que el editor quiera.

—Las empresas de auto/coedición pueden ofrecer una serie de servicios que aumentará el coste del libro. Uno de los más interesantes es el de la corrección. Pero ojo, la corrección de estilo y gramatical se paga… y se paga muy bien. Hasta el punto que las editoriales al uso más modestas no pueden afrontarlas. Si vas a pagar por un servicio de corrección, muy al loro con las galeradas, muy al loro de quién hace la corrección y, sobre todo, muy al loro del producto final. Más vale salir al mercado con vuestras erratas, que dar con un listillo que os cambie cuatro palabras válidas por cuatro sinónimos equivalentes porque a su modo de ver «suena mejor la frase». Los verdaderos correctores son perros de presa que están al loro del más mínimo error y profundizan en la sintaxis de la obra, y ese servicio es muy caro.

—Si la empresa que os coedita pone a vuestro alcance un servicio de distribución, cobrará por esa faena. A estas alturas ya sabemos cómo se las gastan las distribuidoras, creo que hemos hablado y debatido mucho sobre el tema. Si las editoriales convencionales naufragan en la distribución de sus propios libros… ¿qué os hace pensar que las empresas de auto/coedición no vayan a sufrir el mismo destino? Obviamente, nadie tiene la varita mágica para solucionar el tema de la distribución, así que muy al loro a la hora de invertir el dinero en esa labor. Si pagáis por distribuir, que en el contrato aparezca una cláusula muy clarita que así lo especifique y que exista una garantía real por parte del editor de que el libro vaya a estar en la estantería de la tienda y no se limite a un simple catálogo comercial. No despilfarréis el dinero porque sí, en este tema hay que andar con pies de plomo. Obtened títulos publicados por la editorial de coedición, tomaros vuestro tiempo en ir a grandes almacenes y librerías para buscar esos títulos, hablad con los libreros, con los dependientes de las grandes cadenas comerciales, realizad rastreos a través de la web, acudid a foros literarios, revisad catálogos, en definitiva, no os quedéis con la palabra del editor y bucead en la realidad del mercado.

—Las editoriales suelen ofertar presentaciones y convocatorias de los medios de comunicación. Una vez más, andad con cuidado. Montar una presentación es tan fácil como ir a una librería importante y hablar con el responsable. Es un servicio nimio y difuso. Y desde luego, no traguéis con lo de la convocatoria de medios. Si vivís en un pequeño municipio, no tendréis demasiados problemas para convocar a la prensa, si vivís en una gran ciudad, la cosa cambia radicalmente. En las metrópolis como Madrid, Barcelona o Valencia existen empresas intermediarias entre la editorial y los medios de comunicación que se dedican a hacer esa labor. Es más, las propias editoriales convencionales no tienen ese poder de convocatoria y no tienen más remedio que acudir a estos intermediarios que conocen perfectamente la idiosincrasia de una clase social tan peculiar y extraña como la prensa. En la actualidad, las presentaciones de libros a los medios de comunicación suelen realizarse a nivel privado en hoteles y salas de convenciones, nunca de cara al público, de esa manera se establece una confidencialidad entre el autor y el periodista que difícilmente va a existir en una presentación multitudinaria. En resumen, no es lo mismo convocar a los medios, que los medios acudan a la presentación. Si pagáis por este servicio, introducid otra cláusula en el contrato en la que la editorial garantice la asistencia de medios, no la convocatoria. Como decía mi abuelo, ojito con los políticos, los abogados y los periodistas, pertenecen a las razas más extrañas de la Tierra.

Si tenemos todos estos aspectos en cuenta, probablemente amorticemos parte del dinero invertido, aunque mi consejo (y el de muchos editores amigos que se dedican a la autoedición y a la coedición) es que nunca invirtáis grandes sumas porque difícilmente esos libros van a romper la barrera mediática de la notoriedad. La autoedición suele estar reservada a complacer una necesidad personal de ver nuestra obra hecha realidad, y la coedición se reserva a gente notoria que ha escrito sus ensayos y sus tesis doctorales y, por una razón u otra, necesitan la financiación de una universidad o de una administración pública, pero que tienen garantizado un buen lecho de lectores.

Que no os vendan duros por cuatro pesetas, el mercado literario es complicadísimo y supercompetitivo en el que las propias editoriales naufragan una y otra vez. El escritor profesional se mantiene incólume porque aporta trabajo y no capital. Si vais a autoeditar, tened muy en cuenta que vosotros correréis ese riesgo y podéis sufrir un destino semejante al que corren otras editoriales con mayor experiencia y más amplia trayectoria. A la larga, el que paga por editar y cree que de esa manera se labrará una carrera literaria, acaba atragantándose. Tened la mente muy fría a la hora de invertir dinero y jamás perdáis la cabeza en pos de una quimera inalcanzable. Dicho todo esto, en vuestras manos está la posibilidad de autoeditar y coeditar, en la industria existen muy buenos profesionales que os aconsejarán y os ayudarán a elegir el formato más adecuado para vuestra obra. La última decisión siempre quedará en vuestras manos.

Publicado originalmente en La Sombra de Grumm

Cuatro pasos.



Pálidas y sigilosas son las luces
que apagaron infinitos
con la luna entreverada.
Y en mis manos se ha encendido un fuego de estaño
ruin y mórbido en los alientos desmembrados.
!Si!
¡Sólo soy sombra de pasado.
!Si!
Siempre he tomado caminos equivocados.
Mas aquí sigo...
encendiendo soles sin maquillar
preludio de nuevas horas sin labios
antesala de ocasos despeinados,
en las tormentas solitarias.
Profanando el perjurio de la tiniebla
con arcanas convicciones,
perdidas en las sendas obsoletas
de mi memoria.
Aquí sigo...
Exhumando los restos decapitados
en lo más profundo de
de mis costados sin abrazos.
Y parece que fue ayer
cuando dislocaba los minutos
con la sorda caricia de vivir
sólo por vivir.

miércoles, 2 de junio de 2010

Encargo.



Encargo

Id, canciones mías, al solitario y al insatisfecho,
id también al desquiciado, al esclavo de las convenciones,
llevadles mi desprecio hacia sus opresores.
Id como una ola gigante de agua fría,
llevad mi desprecio por los opresores.

Hablad contra la opresión inconsciente,
hablad contra la tiranía de los que no tienen imaginación,
hablad contra las ataduras,
id a la burguesa que se está muriendo de tedio,
id a las mujeres de los barrios residenciales,
id a las repugnantemente casadas,
id a aquellas cuyo fracaso está oculto,
id a las emparejadas sin fortuna,
id a la esposa comprada,
id a la mujer comprometida.

Id a los que tienen una lujuria exquisita,
id a aquellos cuyos deseos exquisitos son frustrados,
id como una plaga contra el aburrimiento del mundo;
id con vuestro filo contra esto,
reforzad los sutiles cordones,
traed confianza a las algas y tentáculos del alma.

Id de manera amistosa,
id con palabras sinceras.
Ansiad el hallazgo de males nuevos y de un nuevo bien,
oponeos a todas las formas de opresión.
Id a quienes la mediana edad ha engordado,
a los que han perdido el interés.

Id a los adolescentes a quienes les asfixia la familia...
¡Oh, qué asqueroso resulta
ver tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con retoños
y con algunas ramas podridas y cayéndose.

Salid y desafiad la opinión,
id contra este cautiverio vegetal de la sangre.
Id contra todas las clases de manos muertas.


Ezra Pound.