Ceguera.

Yo fui
ciega princesa en la corte,
de los llamados
a los fieros designios del pecado.

Desde mi castillo de papel
oteaba las aceras por donde transita
la necedad del poderoso.

Y yo,
ciega princesa
prendía mi corazón en las solapas
sin temores a que nadie lo hurtara.

Haciendo el amor con el cosmos
me sentía única desde mi atalaya
insurrecta.

Huérfana cenicienta
de un cielo desquebrado
en la porfía de los sacros tronos.

Ahora
que el tiempo con su arrogante sombra
ha igualado a lacayos y soberanos
en los cetros
de un fatuo e impávido
reinado de légamos.

Ahora
que han parido millones de medianoches
las constelaciones a las que tanto amaba,
y transito por los días
con el corazón atrincherado
en cofre con candado.

Ahora …
Ya no deseo zapatos de cristal
pues se me ha olvidado caminar.