El milagro del ateísmo eclosiona
en las huesudas
manos de los curas,
tan escandalosamente pulcras
tan blancas
con esos dedos,
acusadores y apocalípticos.
Friccionando a cada momento
con el ahínco de quien oculta
su mirada tras la agitación.
Quizás sea, un gélido ademán
un siniestro ritual
o el legado de pilatos.
O tal vez
entre el jabón
se halle inscrita la premura
de un lavado de conciencia.
Coincido 100% contigo, a mí además no me gusta esa voz impostada al hablar.
ResponderEliminarMuy buenos versos Pilar.
Te dejo un beso
Están demasiado limpias esa mano.Sospechosamente pulcras.Gracias Osvaldo.Besos.
ResponderEliminar